jueves, 8 de mayo de 2014

Una bailarina nostálgica (la historia de Seunghee Choi)


En el año 1911, Corea llevaba siendo sólo un año colonia japonesa, y todavía estaba muy arraigado un sistema clasista en el que unas pocas familias vivían estupendamente a costa de la gran mayoría de población campesina que sufría estragos para sobrevivir.
La familia Choi, era una de esas pocas familias agraciadas de nobles, o yangbang, como se les conocía en Corea, que disfrutaban de gran holgura. Nuestra protagonista, Seunghee, nació ese año en esa familia, y su vida, de haber sido en otra época, hubiera transcurrido cómoda y tranquilamente sin pena ni gloria, pero el mundo estaba cambiando e iba a cambiar todavía más, y a Seunghee, todos estos cambios le pillaron de pleno.
Hasta cumplir los 15 años, la vida de Seunghee Choi transcurrió según lo esperado, graduándose en el instituto Sookmyung con excelentes calificaciones, pero, eran los años 20, y la gran influencia occidental traída a la península coreana por Japón, causaban un gran impacto, por lo exótico y por la novedad, en los jóvenes y adolescentes pertenecientes a familias adineradas de la época, y la joven Seunghee también se dejó seducir por los aires de vanguardia y se le antojó viajar a Japón para convertirse en bailarina profesional. Así pues, oponiéndose a los deseos de su padre de que estudiara derecho, ingresó en el prestigioso instituto de danza y coreografía de la bailarina de bailes modernos Baku Ishii. Parecía que Seunghee había tomado el camino correcto, pues pronto destacó como una de las bailarinas más talentosas de la escuela. Aunque parecía no olvidarse de sus orígenes, pues consiguió desarrollar un estilo propio de baile moderno basado en las danzas tradicionales coreanas, la joven bailarina se estaba adaptando e integrando perfectamente en la sociedad japonesa. Todo el mundo la conocía como Sai Shoki, su nombre japonizado, y comenzó a suscitar la atención de los intelectuales japoneses de aquel entonces.
En el año 1929, sin embargo, decidió desglosarse del Instituo Ishii para fundar su propio instituto de danza en Seúl. Allí, en la península coreana, conoció a un distinguido crítico literario, Mak Ahn, y se casó con el a la edad de 20 años. Los años 30 significaron para ella la ascensión a la gloria y a la mayor fama y poco a poco se fue convirtiendo en una de las artistas más consideradas en la sociedad coreana, japonesa y asiática en general. Todo comenzó cuando en 1934, consiguió embaucar al entonces ilustre y célebre escritor japonés Yasunari Kawabata (Premio Nobel de literatura en 1968), quien se convirtió en su mecenas y se dedicó a lanzarla por el mundo. Kawabata quedó tan prendado de la personalidad de Seunghee que incluso llegó a escribir un relato basado en ella, titulado La bailarina.
Poco a poco, la bailarina, se fue haciendo más célebre, e incluso debutó en el cine con gran éxito con una película semiautobiográfica llamada Bailarina de la península (반 도의 무희), que se mantuvo en cartelera durante cuatro años consecutivos. Gracias a Kawabata y a su gran talento, Seunghee pudo viajar alrededor de todo el mundo, algo que en aquella época muy pocos privilegiados podían hacer. A parte de en Japón y Corea, Seunghee estuvo bailando en China, Estados Unidos, Francia, Alemania, Bélgica, Argentina e incluso España. Llegó incluso a formar parte del jurado del Segundo Concurso Internacional de Danza de Bruselas en el año 1939. A lo largo de todos estos viajes y éxitos, la éxotica bailarina asiática se pudo codear con grandes personalidades internacionales de la época como Jean Cocteau, Pablo Picasso, Henry Matisse, Walt Disney, Charlie Chaplin, Robert Taylor y muchos más. Las cosas no podían ir mejor para Seunghee Choi, pero, derrepente, el mundo entero se vio acechado por una desastrosa guerra que perjudicaría a todos.
A Seunghee se le empezó a ver actuando en las bases japonesas para levantar la moral de los soldados. Quizás lo hiciera por mera supervivencia, pero el caso es que la guerra llegó a su fin y Japón fue una de las naciones derrotadas, y los surcoreanos no tardaron en acusar a su antes aclamada bailarina de “artista fascista” y traidora. Al final de la guerra, pues, el destino de Seunghee parecía incierto, pero pronto se vio respaldada por su marido, que había adoptado las convicciones comunistas que por aquel entonces se extendían de manera esperanzadora y, vale decirlo ahora, ingenua, por el mundo. Es por eso que, la recién nacida Corea del Norte les parecía un destino idóneo para desarrollar una carrera artística en lo que prometía ser una nación encaminada hacia el progreso y el bienestar social. La pareja, debido a su fama e influencia, pronto adquirió importantes puestos en el gobierno norcoreano. Inmediatamente conocida esta notica en Corea del Sur, el gobierno surcoreano prohibió deliberadamente cualquier representación de los trabajos coreográficos de Seunghee e incluso la mera pronunciación de su nombre, prolongándose esta prohibición nada más y nada menos que hasta el año 1989.
En los años 50 pudo reabrir otra vez un instituo de danza en Pyeongyang y estuvo enseñando junto a su hija a numerosos alumnos. Sin embargo, por aquel entonces, Kim Il Sung, el presidente de la nación norcoreana, comenzó a implantar una fuerte dictadura al estilo estalinista que truncaría los sueños y esperanzas de muchos de los compatriotas coreanos que se habían instaurado en Corea del Norte con la esperanza ilusoria de un futuro mejor. Esta dictadura desembocó en una purga contra cualquiera que suscitara oposición a las formas de Kim Il Sung y su gobierno que afectó directamente a la bailarina de la península y su marido.
Seunghee Choi y todo su trabajo desaparecieron de la vida pública en 1967. Desde entonces, todo aquel que se acordara de ella, en cualquiera de las dos Coreas, se veía obligado a hacerlo encerrado en la misma nostalgia silenciosa que probablemente sufriera nuestra exótica bailarina al final de sus días.
En Febrero del 2003, el gobierno norcoreano anunció que murió en 1969 a la edad de 58 años.
Además de bailarina, Seunghee era una cantante de Jazz amateur y nos ha dejado su dulce voz en esta nostálgica grabación:


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